TONY MANERO
De Pablo Larraín
El mayor mérito de Tony Manero es el Hijo de Puta que encarnó Alfredo Castro, un recio psicópata de barrio cincuentón que tiene la manía de parecerse a Tony Manero, el ícono de la música disco que engendró John Travolta en Fiebre de Sábado a
El director sigue de cerca a alguien –un hombre, una nación- que pierde la identidad en su obsesión desesperada por adaptarse a la cultura americana, al punto que termina siendo una caricatura de sí mismo. Alguien que se cree poderoso y a su vez es impotente. Filmada con nervio, riesgo y profesionalismo, resulta una grata sorpresa de ese cine latinoamericano que, por culpa de tanto tanque yanqui, a veces nos cuesta ver.